En la época romántica., el
paisaje se convierte en actor o productor de emociones y de experiencias
subjetivas. Lo pintoresco y lo sublime aparecen entonces como dos modos de ver
el paisaje. Las primeras guías turísticas reemprenden estos puntos de vista
para fabricar un recuerdo popular sobre los sitios y sus paisajes. Abrió el
camino el inglés John Contable, que se dedicó a pintar los paisajes de la
Inglaterra rural, no afectados por la Revolución industrial, incluyendo
aquellos lugares que le eran conocidos desde la infancia como el valle de
Dedham. Lo hizo con una técnica de descomposición del color en pequeños trazos
que lo hace precursor del impresionismo, realizo estudios de fenómenos
atmosféricos, en particular de nubes. La exposición de sus obras en el salón de
parís de 1824 obtuvo gran éxito entre los artistas franceses, comenzando por
Delacroix. El también inglés William Turner, contemporáneo suyo pero de más larga
vida artística, reflejo en cambio la modernidad, como ocurre en su obra más
famosa: lluvia, vapor y velocidad, en la que aparecía un tema ciertamente
novedoso, el ferrocarril, y el puente de Maidenhead, prodigio de la ingeniería
de la época. Con Turner las formas del paisaje se disolvían en torbellinos de
color que no siempre permitían reconocer lo reflejado en el cuadro.
En Alemania, Blechen siguió
reflejando el paisaje tradicional por excelente, el italiano, pero de forma muy
distinta a épocas precedentes. Presento una Italia poco pintoresca, nada
idílica, lo cual fue objeto de críticas, Philipp Otto Runge y Caspar David
Friedrich, los dos artistas más destacados de la pintura romántica alemana, si
se dedicaron al paisaje de su país. Animados por un espíritu pietista,
pretendía crear cuadros religiosos, pero no mediante la representación de
escenas con tal tema, sino reflejado la grandeza de los paisajes de manera que
movieron a la piedra.
El paso del paisaje clásico
al paisaje realista lo de Camille Corot quien, como Blechen o Turner, paso su
etapa de formación en Italia. Con él empezó otra forma de tratar el paisaje,
distinta a la de los románticos. Como hizo después la escuela de Barbizon y,
posteriormente, el impresionismo, dio al paisaje un papel bien diferente al de
los románticos. Lo observaron de manera meticulosa y relativa en término de luz
y de color, con el objetico de crear una representación fiel a la percepción
vista que pueda tener un observador. Esta fidelidad, que se experimenta por ejemplo
en los contrastes y los toques de modo vibrantes. Cuando Corot volvió a
Francia, viajo por todo el país en busca de nuevos paisajes; frecuento el
bosque de Fontainebleau, donde conoció a una serie de pintores que cultivaron
escaso interés entre el público a la crítica, ya que la pintura académica
seguía dominada por los cuadros de historia, el gran tema por excelencia. El
más destacado pintor de la escuela de Barbizon fue Theodore Rousseau, al que
siguieron Díaz de la Peña y Jules Dupre, Albert Charpin, el pintor de ovejas y
rebaños, de la misma escuela, es otro ejemplo de pintura de paisajes, con
belleza natural. Gustave Courbet no perteneció a la Escuela de Barbizon, pero
pinto en su juventud paisajes realistas.
De enlace entre esta escuela
y el impresionismo sirvieron Eugene Boudin y Johan Barthold Jongkind, que
trabajaron en el campo, al aire libre, pintando paisajes bañados de luz. Como
los pintores de Barbizon, los impresionistas buscaban sus motivos en la
naturaleza real que los rodeaba, sin idealizarlas, pero su visión no es la
sobria de la escuela realista, sino que glorificaban esa naturaleza intacta y
la vida sencilla que reflejaban en sus cuadros. Diversos factores confluyeron
para que surgiera el impresionismo e torno al año 1860 entre ellos la pasión
por la pintura al aire libre y nuevos temas, reflejados simplemente
aquellos que esta ante los ojos: tanto el campo como la cuidad, el mar o los
ríos con sus interesantes reflejos sobre el agua, tanto la luz del día como la
artificial, en definitiva, “lo banal”, considerando que no hay tema menor, sino
cuadros bien o mal ejecutados. Trabajaron con manchas de color, grandes
pinceladas, sin el acabado pulido, esmaltado y frio de una pintura de paisajes
tradicional, sino reflejado más bien la impresión del paisaje. La obra
emblemática de este movimiento, de la que obtuvo su nombre, es precisamente un
paisaje: impresión, sol naciente (1874), de Claude Monet. Sus principales
seguidores fueron Camille Pissarro y Alfred Sisley.
La pasión del posimpresionista
Vinecent van Gogh por la obra de sus predecesores, le llevo a pintar el paisaje
provenzal a partir del año 1888. Su obra, de colores intensos, en los que las
figuras se deforman y curvan, alejándose del realismo, es un precedente de las
tendencias expresionistas.
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Las escuelas nacionales de
pintura surgieron, en gran medida, a través de paisajistas que se inclinaron
por pintar su tierra, en lugar del tradicional paisaje italiano. En los Estados
Unidos, Frederick Edwin Church, gran pintor de panoramas, realiza amplias
composiciones que simbolizan la grandeza e inmensidad del rio Hudson, que
destaco en la segunda mitad del siglo XIX, es probablemente la más conocida
manifestación autóctona del arte de paisaje. Estos pintores crearon obras de
tamaño colosal intentando captar el alcance épico de los paisajes que los
inspiraron. La obra de Thomas Cole, a quien se reconoce generalmente como
fundador de la escuela, tiene mucho en común con los ideales filosóficos de las
pinturas paisajísticas europeas, una especie de fe secular en los beneficios
espirituales que pueden obtenerse de la contemplación de la belleza natural.
Algunos de los artistas posteriores de la escuela del rio Hudson, como Albert
Bierstadt, crearon obras menos cómodas, seguramente con exageraciones
románticas, que enfatizaban más los ásperos, incluso terribles, poderes
de la naturaleza.
Conforme los exploradores,
naturalistas, marinos, comerciantes y colonos llegaron a las costas del Canadá
atlántico en los primeros años de su exploración, se enfrentaron a lo que veían
como un entorno hostil y peligroso y un mar impecable. Estos europeos
intentaron dominar este nuevo territorio sobrecogedor trazado mapas del mismo,
documentándolo y reivindicándolo como propio. Su entendimiento de la naturaleza
específica de esta tierra y sus habitantes fue muy variado, desde observaciones
muy exactas y científicas a otras fantásticas o extravagantes. Estas
observaciones están documentadas en el arte de paisajes que produjeron. Los
mejores ejemplos del arte de paisajes canadiense pueden encontrarse en la obra
del grupo de los siete, que destaco en los años de 1920.
En España aunque sigue sin
cultivarse con particular intensidad este género, si se aprecia la recepción
del paisaje realista a través de la obra del belga Carlos de Haces. Agustín
Riancho relejo los paisajes de la montaña lo mismo que la Escuela de Olot se
dedicó a paisajes de esa zona catalana, siendo su creador Joaquin Vayreda. El
impresionismo, como en el resto de Europa, se recibió de manera atenuada, pero
puede citarse a Diario de Reagoyos como un ejemplo de cultivador de ese estilo
de paisaje.
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